lunes, 28 de mayo de 2007

MATE EN RAYUELA II

Hacía rato de que a Oliveira le importaban las cosas sin importancia, y la ventaja de meditar con la atención fija en el jarrito verde estaba en que a su pérfida inteligencia no se le ocurriría nunca adosarle al jarrito verde nociones tales como las que nefariamente provocan las montañas, la luna, una chica púber , un pájaro o una montaña. "También este matecito podría indicarme un centro" pensaba Oliveira ( y la idea de que la Maga y Ossip andaban juntos se adelgazaba y perdía consistencia, por un momento el jarrito verde era más fuerte, proponía su volcán petulante, su cráter espumoso y humito copetón en el aire frío de la pieza a pesar de la estufa que habría que cargar a eso de las nueve). "Y ese centro que no sé lo que es, no vale como expresión topográfica de esa unidad?
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Cap 19

MATE EN "RAYUELA" I

Oliveira cebó otro mate. Había que cuidar la yerba, en París costaba quinientos francos el kilo en las farmacias y era una yerba perfectamente asquerosa que la droguería de Saint Lazare vendía con la vistosa calificación de " maté sauvage cueilli par les indiens" diurética, antibiótica y emoliente. Por suerte el abogado rosarino -que de paso era su hermano- le había fletado cinco kilos de Cruz de malta, pero ya el iba quedando poca. "Si se me acaba la yerba estoy frito", pensó Oliveira, "mi único diálogo verdadero es con este jarrito verde" Estudiaba el comportamiento extraordinario del mate, la respiración de la yerba fragantemente levantada por el agua y que con la succión baja hasta posarse hasta posarse sobre sí misma, perdido todo brillo y todo perfume a menos que un chorrito de agua la estimule de nuevo, pulmón argentino de repuesto para solitarios y tristes.

Julio Cortázar
Rayuela
capítulo 19


" Si se me acaba la yerba estoy frito", pensó Oliveira
"Mi único diálogo verdadero es con este jarrito"